- ¡Dios! ¿Dónde estás?
Preguntó mirando el cielo. La vida cruzaba la calle a sus espaldas.
- El tiempo, dijo. El tiempo se me va.
Después de un gran silencio, quizás unos minutos o tal vez una vida entera (quién sabe), abrió los ojos y sonrió.
- Está bien, voy con vos. Vamos juntxs.
Se dio vuelta y la miró: allá, cruzando la calle, la vida aún lo estaba esperando.
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